Clásicos infinitos I: Mario Vargas Llosa (lo que queda del 'boom')

4 años 9 meses antes - 4 años 8 meses antes #7 por club-lectura
En 1966 el escritor y periodista chileno Luis Harss, con una clarividencia apabullante, hacía en Los nuestros“ Los nuestros ” un retrato literario y psicológico de los, a su juicio, diez autores latinoamericanos más representativos del momento: los mayores (Borges, Asturias, Guimarâes Rosa, Onetti, Cortázar, Rulfo) y los jóvenes (Fuentes, García Márquez y Vargas Llosa). De todos ellos, el único vivo y en activo a día de hoy es el más joven, Mario Vargas Llosa, al que Harss presentaba ya entonces, y con sólo dos novelas publicadas, como “un inspirado que parecía haber nacido bajo una lengua de fuego. Tenía fuerza, fe y la verdadera furia creadora. Lo distinguía, además del talento, la dedicación”. Unas páginas más adelante, decía de él que “A pesar de su orientación marxista, Vargas Llosa no es un militante político.’Después de la injusticia –dice- lo que más detesto es el dogmatismo'. Bastantes años y novelas después, y tras algunos cambios inevitables hasta en las mejores familias, sigue siendo el mismo, aquel que pensaba ya en 1966 que “la novela lograda es la que consigue dar o describir caracteres individuales, problemas sociales, incluso realidades puramente físicas a través de una sucesión de actos, de acciones. Las ideas, los problemas, la moral, la filosofía de un autor de ficción deben brotar de una anécdota, de una historia, es decir, de una acción, como brota el sudor de la piel”. “El héroe discreto”, su última novela, es un buen ejemplo de ello, pues, según sus propias declaraciones , surge de la noticia leída en algún periódico sobre un modesto empresario peruano que se niega a sucumbir a la extorsión de la mafia. Esta anécdota le sirve como pretexto para crear uno de los dos personajes de la novela. El otro es Ismael Carrera, otro empresario que decide casarse con su joven mucama para que sus hijos, verdaderos parásitos, no hereden el negocio familiar. Ambos constituyen la respuesta que Mario Vargas Llosa da a la situación de crisis, más que económica, moral, que estamos padeciendo. Luchar cada uno desde sus posibilidades personales, convertirnos en héroes anónimos, “discretos”, como Felícito Yanaqué e Ismael Carrera. Regresa, además, a su Perú natal, a ciudades como Piura y Lima, tan presentes en su vida y en sus otras novelas. La “nostalgia” se hace más patente cuando recupera a personajes anteriores, como el sargento Lituma y Don Rigoberto.
Decía también Vargas Llosa en el retrato-entrevista de Luis Harss más arriba mencionado, que “la más alta misión de la literatura, está en la imaginación de los cotidiano, y de sus circunstancias, donde se ofrece ‘la posibilidad de que los hombres se conozcan a sí mismos. Yo creo que la literatura es un instrumento extraordinario de conocimiento. Un instrumento (y ésta sería la diferencia entre ciencia y técnica y literatura) que es en sí mismo también una realidad independiente”. Nos quedamos con esto.
Podemos comprobarlo leyendo los dos primeros capítulos de “El héroe discreto”, en los que nos presenta a los dos personajes principales y “sus circunstancias” (ya sabes que si no estás registrado no puedes leerlo). Si te apetece leerla, la tenemos en la Biblioteca
También os dejamos el Especial Vargas Llosa que la Biblioteca Universitaria realizó en 2010 con motivo de la concesión del Nobel al escritor peruano y en el que entrelazamos vida y obra, a través de distintos fragmentos de sus novelas más conocidas.

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