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GEOPOLÍTICA DEL MUNDO ACTUAL. UNA VISIÓN MULTIDISCIPLINAR: Cultura de Paz, Conflflictos, Educación y Derechos Humanos
ANÁLISIS Y VALIDACION DE UN CUESTIONARIO SOBRE CONDUCTA PROSOCIAL- ALTRUISTA EN ADULTOS ESPAÑOLES
Cristina Muñoz García (España)
Siempre ha existido la curiosidad de saber por qué las personas hacen cosas positivas por los demás, promoviendo así el bien común como uno de los pilares de la sociedad (Dovidio et al., 2016). En este sentido, la psicología social se inclinó por estudiar las conductas de ayuda, comportamientos positivos, prosociales o altruistas.
En los años 60, la conducta prosocial comenzó a ser tratada de manera aislada y autores como Berkowitz y Daniels (1964) fueron los primeros investigadores que comenzaron a estudiar estas conductas de ayuda. Seguidamente, la investigación se disparó y se multiplicó en los años 70, especialmente en Estados Unidos. En los años 80 y 90 se comenzó a escribir más sobre este tema debido a dos acontecimientos históricos muy dispares que ocurrieron y que llamaron la atención de los científicos. Por un lado, una joven fue apuñalada en una calle de New York y los treinta y ocho testigos u observadores de tal acto no intervinieron a pesar de que el ataque duró más de media hora (López, 2018). Por otro lado, un hombre de Los Ángeles puso en peligro su vida al rescatar a dos chicas que habían sufrido un grave accidente de automóvil (Ruíz Olivares, 2005).
Definir conducta prosocial es algo complejo debido a la relación directa que mantiene con la conducta altruista. En palabras de Chacón (1985), el altruismo trata de ser una conducta voluntaria que beneficia a la otra persona, suponiendo más costes que beneficios para quién la realiza. Este término se relaciona con la motivación que lleva a la persona a realizar una acción altruista, pero el hecho de evaluar este aspecto es complejo, ya que no puede observarse directamente y es una cuestión complicada de valorar con instrumentos fiables. Debido a dicha complejidad, este trabajo se centra en un término más general denominado conducta prosocial.
Para Roche (2011), la conducta prosocial es
aquella que hace referencia a todo comportamiento que se hace de manera voluntaria en beneficio de los otros, con independencia de que revierta en nuestro propio beneficio. Otra definición es la aportada por González (2000), el cual señala que el comportamiento prosocial es aquella conducta social positiva con o sin motivación altruista. Toda conducta altruista es una conducta prosocial, pero no toda conducta prosocial es altruista (Redondo et al., 2013, p.242).
En definitiva, la personalidad prosocial es la tendencia a pensar en los derechos y en el bienestar de los demás, en sentir empatía y preocupación por éstos y en comportarse de una manera que pueda beneficiarles (Penner et al., 1995).
La acción prosocial logra una convivencia más pacífica entre los individuos de una sociedad, pues estos actos de ayuda se desarrollan mediante el diálogo, el respeto mutuo, la solidaridad, la cooperación, la igualdad, la empatía y la puesta en práctica de valores democráticos y una cultura de paz. Es evidente, por tanto, que existe un claro vínculo entre la conducta prosocial y la cultura de paz, pues ambas luchan por conseguir un fin común, una convivencia pacífica entre los seres humanos, promoviendo, en todo momento, una educación para la paz (García et al., 2018). Por todas estas razones, el comportamiento prosocial es considerado un medio muy valioso y apreciado por la sociedad (Auné et al., 2014; Mestre et al., 2002).
Moñivas (1996) detalla que, si es confusa la definición de las conductas prosociales, más lo son sus teorías explicativas, las cuales han sido elaboradas para saber por qué las personas nos comportamos de manera prosocial. Según las principales aportaciones de estos modelos explicativos, las personas pueden llevar a cabo conductas prosociales por la probabilidad de
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