Page 18 - Geopolítica del Mundo Actual. Una Visión Multidisciplinar
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GEOPOLÍTICA DEL MUNDO ACTUAL. UNA VISIÓN MULTIDISCIPLINAR
Cultura de Paz, Conflictos, Educación y Derechos Humanos
una filosofía del llegar a ser. Esto es exactamente lo que John Dewey quiere decir cuando habla de «ideas moviliza- doras» en sus Principios morales en educación. Para Dewey, «el objeto del educador, sea padre o maestro, es procurar que la mayor parte posible de las ideas que adquieren los niños y jóvenes se adquieran de manera tan vital que se conviertan en ideas movilizadoras». Las ideas movilizado- ras hacen a los individuos más empáticos, responsables y autosuficientes. Como vemos, tanto para Gandhi como para Dewey el objetivo último de la educación es desplegar y relacionar de forma metódica las experiencias. Esta es también la perspectiva de un pedagogo como Paolo Freire cuando afirma en una entrevista que «leer el mundo es más importante que leer las palabras». Según Freire, no existe la educación neutral; la educación puede someter o puede emancipar. Por lo tanto, la educación es la posibili- dad y la capacidad de relacionarse con el mundo de manera crítica con el fin de transformarlo. Si el proceso de transformación del mundo se basa en la práctica de la colaboración y la comunicación, la educación para la paz y la no violencia es la mejor forma de iniciar el diálogo y procurar negociar en dirección a la verdad.
Así entendida, la búsqueda de la verdad no termina nunca. La base que la hace posible está siempre presente en la
Mahatma Gandhi
mente humana y las condiciones para su florecimiento reaparecen siempre en la vocación moral de la humanidad. Esta vocación moral de la humanidad es la que nos ayuda, como idea reguladora, a considerar la educación como la medida de todos nuestros empeños históricos. Es en este marco en el que el concepto de educación resulta sustan- cial y puede describirse como un principio de ilustración para la humanidad.
Esto nos lleva de vuelta a Kant. Podríamos decir que estaría de acuerdo hasta cierto punto con los pedagogos que creen que toda teoría de la educación es una teoría de la libertad. En este sentido, para Kant es crucial la capaci- dad humana para juzgar, que va de la mano con estar libre de prejuicios, de dominación y de heteronomía. Desde la perspectiva de Kant, la tarea básica de la educación no consiste en inculcar conocimientos, sino más bien en
preparar la mente para actuar libremente. La cultura o cultivo (Kultur) de la razón va acompañada, por tanto, de una forma de conducirnos en el pensamiento (Denkung- sart) que debería dar lugar a una paz perpetua y a una superación moral en el estado futuro de la humanidad. De esta forma, Kant nos guía hacia su máxima de pensar por uno mismo y a su conocida distinción entre madurez e inmadurez. Como afirma en su famoso ensayo Was ist Aufklarung? (¿Qué es la ilustración?), la incapacidad para pensar por uno mismo y la aceptación de la autoridad externa dan lugar a inmadurez y a la ausencia de excelen- cia moral y espiritual. Por consiguiente, la concepción de Kant de la madurez está ligada a la idea del cultivo de la razón humana, necesario para preparar a la humanidad para sus propósitos en la historia. Pensando en este fin, Kant afirma claramente que debemos entender la educa- ción como «la realización del destino último de la raza humana». La educación, por tanto, debe resolver el acertijo de la historia formando agentes morales en cada genera- ción y creando un orden moral social. Esto abunda aun más en el carácter explícitamente socrático de la filosofía de la educación de Kant y en su trayectoria teleológica para llevar a la humanidad a una conciencia de sus propias aptitudes morales.
Si, como Kant propone, la característica sustancial de la humanidad es su orientación moral en la historia, no resulta sorprendente que el enfoque kantiano haya pasado desapercibido para la empresa utilitaria que es la educa- ción del siglo XXI. De hecho, en la empresa educativa actual de escuelas y universidades la vocación moral de la humanidad está ausente o relegada a los últimos lugares de interés. Una educación de este tipo no consiste, ni siquiera en su forma más elevada, en el cultivo de la virtud entre estudiantes y profesores; pero quizás el signo más evidente del declive de la educación moral en nuestro mundo es la devaluación de nuestros valores. Es posible que hoy seamos mucho más precavidos y menos conscien- tes que Sócrates para decir «solo sé que no sé nada».
Quizás porque la percepción de la ignorancia es una parte mejor de la sabiduría, y la sabiduría, después de todo, no es estrepitosa como nuestro mundo, sino callada, reservada, humilde. La sabiduría es necesaria para resistir a la tiranía de la mediocridad y para liberarnos de nuestra «tutela voluntariamente impuesta». Si encomendamos una tarea nueva a la educación, podemos librarnos del modo de pensar dogmático, absolutista y calculador que está dominando nuestro mundo. Pero esta educación desdog- matizada no puede tener éxito a menos que tomemos en serio la recomendación de Kant: «¡Sapere aude! ¡Tened el valor de ejercitar el entendimiento!». Más de doscientos años después, el grito de batalla de Kant sigue siendo el nuestro. Sin él, toda búsqueda de la paz y la no violencia en nuestro mundo sería imposible.
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Cátedra Unesco de Resolución de Conflictos